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EL CIRCO DE LA RETINA

La vida es un tiovivo  repleto de criaturas infectas y de situaciones aberrantes que os harán reír y llorar y tomar diazepam.

Bienvenid@ a El circo de la retina. ¿Qué tal? Aburrid@, ¿eh?, sino no estarías por estos lares.
Soy Laia Liar y este blog personal, a priori de humor,  no tiene ninguna otra pretensión que la de paliar el trastorno de ansiedad generalizada que me genera la vida en su formato más proletario y puteador al estilo "trabaja 8 horas al día, cobra una mierda, aguanta a subnormales, reprodúcete y muere pero siempre con una sonrisa".
No busques una coherencia de temas a tratar más allá de mis leitmotivs recurrentes que son la rabia, el asco y/o la frustración ante diferentes situaciones y personas, aunque siempre puedo tener microderrames cerebrales y escribir sobre cosas alegres y unicórnicas.  Espero que lo disfrutes y que compartas conmigo tu basura literaria, emocional y de cualquier tipo. ¡Besitos mil!

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  • Foto del escritorEl circo de la retina

Birra-de-tranquis

Llega el viernes y tu cabezal luce repleto de serotonina por aproximarse la libertad condicional que te brinda el fin de semana.


Cuando trabajas de lunes a viernes cual recolector de algodón pero atendiendo a imbéciles e imbécilas nivel Dios sobre poblemas con sus ordenadores y en general con sus vidas, que de alguno@s piensas cómo no se les ha olvidado respirar mientras caminaban y han muerto, porque vaya nivelón que hay sembrado por la Península, sólo piensas en los maravillosos planes y propósitos para esos dos días de paz y de gloria.



Éstos se iniciarán el mismo viernes por la noche mirando una buena peli con mi pareja (a partir de ahora la llamaré sr. Lío), siguiendo con una buena cena y con una buena sesión erótico festiva y continuarán a las seis de la mañana del sábado con un desayuno nivel serie americana de los 80 pero con muchas semillas y poca diversión, dejando el piso limpio modo madre on, yendo a comprar en tiendas pequeñas de barrio y todo productos de proximidad, yendo a correr un rato porque mi pandero, desde que dejé de fumar, empieza a amenazar con no caber en el espacio asignado a los asientos del Metro y con seguir creciendo hasta que un día me quede atascada entre las puertas de salida del vagón y ese transporte público del aberno me arrastre así encajada por todos los túneles, desollando mi cara de pánico mientras grito gorrináceamente pidiendo una ayuda que de nadie recibiré porque el Metro de Barcelona saca lo peor de cada persona...,



después seguiré dándome una relajante ducha y haciéndome una buena exfoliación consiguiendo pulir la epidermis de los últimos diez años y así volver a tener la piel aterciopelada y repleta de vida de la veintena y, para redondear la mañana, quedaré para tomar un vermut con una amiga que hace tiempo que no veo.



Pero mis viernes acostumbran a ser traicioneros y yo soy de las que tropiezan siempre con la misma piedra, que o tengo cataratas prematuras a mis 35 años o me arrancaron el neocórtex durante la postadolescencia o bien la marcha y el caos me pueden con esas caritas tan monas que tienen. Total que como cada semana, normalmente media hora antes de salir de Guantánamo, me llega un whatsapp de una de mis mejores amigas y compañera de decadencias para tomar algo por la tarde. Le respondo, también como siempre, que como mucho me podré tomar una cerveza porque al día siguiente tengo muchos planes y ella me responde "-claro, una-birra-de-tranquis".


Se lo digo al sr. Lío, que también ha hecho mil planes igual o más asequibles que los míos, y me dice que no es muy buena idea, que seguro que no será sólo una cerveza porque, además de que después de ocho años ya conoce mis patrones de comportamiento que tienden a la disfuncionalidad, en estas cosas se nota que tiene siete años más que yo y dispone de una amígdala cerebral más curtida que le avisa de los peligros inminentes.



Yo, como siempre, le digo que esta vez hablo en serio y él, que es de convencimiento facilón cuando de cosas no produtivas se trata, acaba cediendo.


Como cada semana la velada empieza bien, nos tomamos una cerveza en una terraza y, entre que la conversación aún está siendo ingeniosa y divertida, que tan pronto no nos queremos ir porque irse tan pronto es de pertenecer a ese mundo viejuno del que renegamos pero en el que ya tenemos media nalga dentro y que nuestras neuronas, acostumbradas tanto al alcohol como los fetos de algunas madres rusas, a la que nos bebemos una cerveza ya se saben el camino de la borrachera de memoria, pillamos el puntillo rápidamente, nuestras tráqueas empiezan a tragar estilo pelícano y llegamos a esa a trascendental decisión de pedir-la-cuarta-o-marcharnos-aún-con-dignidad.


En ese momento las miradas ya un poco estrábicas del sr. Lío y mías se cruzan en silencio y de repente la providencia se vuelve una sociópata: muevo una mano tratando de coger el móvil para mirar la hora y tiro la copa medio vacía por la mesa; así que la decisión ya está tomada: hay que pedir otra porque ésa (aunque sólo le quedaran dos sorbos) se ha caído.


A partir de ahí todo es un viaje hacia el Masielismo que nos lleva a otro bar de cervezas artesanas en el que trabajan unos amigos y como nos va de camino al Metro, porque con nuestros bamboleantes cuerpos vamos desviándonos por todas las calles necesarias para tener que pasar por allí, entramos a saludar y de paso a tomar la "última" que se convierte en tres menos para la cirrosis.

Llegamos a casa que ni conocemos: ni peli ni hostias, nos comemos cuatro buñuelos fríos del día anterior sin poner ni la mesa, me quito la ropa intentando ser sexy pero acabo pareciéndome a Pozí de quetamina y me quedo dormida grado coma profundo.


Suena el despertador, y al no saber ni qué día es pues mucho menos la hora, así que lo retraso cinco veces seguidas. Me levanto por un gruñido del sr. Lío que tenía planes para ir a un ensayo importante con su grupo, en el que canta y toca la guitarra, y parece ser que de la resaca no se ve capacitado ni para tocar el triángulo.



Yo me arrastro fuera de la cama y empiezo a ser consciente de que tengo un yunque por cabeza y una centrifugadora por estómago, que amenaza con hacerme un batido de cerveza artesana para desayunar con el triple de malta y de bilis.


Entro en el salón y noto un olor raro, además las fundas de nuestro roñoso sofá están arrebuñadas. Mientras las intento estirar, con un esfuerzo titánico para levantar mis miembros superiores, salen proyectados hacia mi persona tres zurullos de gato tamaño maxi.

En ese momento de susto, sorpresa y cabreo suelto una náusea que resuena por la casa como si la hubiera emitido Glen Benton y tengo que ir al lavabo corriendo mientras maldigo al inventor o inventora de la cerveza, a la nueva incontinencia fecal de mi gato Cooper y a mi treintena.


Me ducho como una hipopótama enferma, sentada en la bañera y frotando con mis cadavéricas manos temblorosas el maquillaje black metal que llevo en la cara, porque por supuesto por la noche olvidé de desmaquillarme, y rezo a todos los dioses enemigos de Baco para que se me pase ese estado de muerte en vida ya que he quedado para tomar un vermut cuando para lo único que estoy capacitada en ese momento es para dejarme extirpar el hígado y que hagan paté con él.


Consigo recuperarme lo justo para vestirme, hundir mi cara en maquillaje para no ir asustando a mis conciudadanos por la calle y que me acaben persiguiendo con antorchas cual Quasimodo, tirar un obus de la guerra civil en el piso, que está hecho una chabola del medievo, y salir corriendo a por mi amiga porque ya llego tarde.


A todo esto, el sr. Lío se ha ido a su ensayo con cara de ictericia y no sé si a estas horas seguirá con vida o los del Barcelona Neta habrán apartado su cadáver en un rincón de una acera para que se lo coman las palomas y las gaviotas.


Llego al bar en el que nos hemos citado con sudores fríos y el camarero me pregunta qué quiero tomar. Lo miro como un gato mira a su transportín cuando va a ser llevado al veterinario y mi amiga me dice "-Pídete un quinto, ¡anda!, para acompañar las tapas" .- En ese momento dejo que mis cataratas prematuras, mi neocórtex ausente y la Naturaleza hagan el resto.



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